domingo, 25 de diciembre de 2022

El regalo de Navidad

Este año, el regalo no estaba escrito en la carta a Santa Claus, ni al del Niño Jesús.  La vida se encargó de decidir y se adelantó unos días con el virus de la pandemia: Covid en la versión de temporada y con algún nombre indescifrable. Y como a caballo regalado no le miras el diente, aquí vamos por el día nueve, acompañada por este inesperado obsequio.


Nunca antes, las palabras: un día a la vez, han sido mantra y tabla de salvación. Hoy, hoy sin mirar atrás, hoy sin mirar a mañana.  Ocuparse del momento y atenderlo sin distracción. 


Privilegiada en tantos sentidos, muchos más de uno. Casa, comida, medicina y de la mano del médico, neumólogo increíble y cuñado sin par. Una hermana, alma gemela, que sabe sacar las castañas del fuego sonriendo, un hermano que con aparente tranquilidad toma las riendas, y otros dos que aguardan al llamado. Y un papá atento y que no pierde su alma de médico y con ello sus tranquilizadoras palabras.


El círculo de apoyo no termina allí: están los otros familiares y los amigos, esos eslabones que hacen la cadena fuerte y poderosa.  El mensaje oportuno, la palabra adecuada, la comida sorpresa, el detalle, ese aspecto que hace la diferencia junto con el abrazo a la distancia, constante y presente. 


Sí, una Navidad diferente y no por ello para olvidar la o dejarla atrás. Todo lo contrario, una Navidad que hace honor a su nombre: nacimiento. Nacer cada día al despertar y agradecer la vida 💛.  Gracias, gracias, gracias. 







martes, 9 de agosto de 2022

El otro lado de la Feria de Jocotenango

La tradición pesa. Más de 245 años no se acarrean solos. El colorido, el retorno al viejo lugar de la venta, los juegos mecánicos y sus tornillos desgastados, la venta de dulces, los churros, los elotes, la lotería con granos de maíz avejentados, el tiro al blanco con la mirilla dudosa y así cada lugar con su bullicio particular. Unas cuadras atrás queda el  templo de la Parroquia de la Asunción. A muchos ya se les olvidó que a Ella la venían a visitar, ahora todo es el jolgorio de la feria.

Las calles del barrio del Mapa en Relieve y el oasis del Bosque de Hormigo desaparecen entre estructuras de hierro, ventas y juegos y el alarido constante: «¡Parqueo, parqueo! ¡Le cuido su carro Don!». Para estas almas dedicadas al oficio de cuidar carros, cualquier lugar en la calle es motivo de negocio. No importa si es cerca de la esquina o frente a los portones de garajes. Como si fueran los dueños dicen: «No se preocupe, allí no sale nadie. No hay nadie.» Y así se mantienen, vociferando a todas hora. Y como si el negocio de alquilar espacio ajeno no fuera suficiente, aprovechan a distribuir de la hierba que da risa para los que quieran levantar el ánimo. Emprendedores les dirían algunos.

Para los vecinos del barrio en donde viene a residir casi tres semana la feria es un dolor de cabeza. Las instalaciones inician una semana antes, fabrican andamios, bloquean el paso y empiezan a merodear los comerciantes buscando su sitio donde pondrán su negocio. Los diez días de celebración las casas quedan dentro del área y se vuelve una pesadilla. Adiós a la privacidad, la paz de las calles y los tragantes limpios. Postes y otros lugares, hasta las puertas convertidas en sanitarios, tiendas y demás en bares hasta altas horas de la noche y los amigos de lo ajeno se apuntan para formar parte de este jolgorio. Para ellos los días de feria, son días de oportunidad. No digamos si hay una emergencia, el acceso para ambulancias y personal de socorro es complicado y a veces improbable. Se hace un embudo de tránsito impresionante.

Hubo un tiempo, hace cientos de años que esta área era el lugar propicio para actividades como esta. Había suficiente espacio abierto, eran campos y una gran esplanada para compartir, y claro la visitaban cientos o miles no millones. Hoy el área de la Simeón Cañas y sus alrededores forman parte de un barrio residencial. Los comerciantes vienen a vivir a la feria. Allí donde trabajan se quedan a dormir y pasan todo el día. ¿Qué puede ser sano de todo esto? No hay duchas, comparten las pocas baterías de sanitarios con los visitantes y por si fuera poco, están a merced de las lluvias de agosto que nunca faltan en esos días.

La Feria de Jocotenango requiere de una plaza digna. Una plaza con iluminación, acceso, estacionamiento, agua, sanitarios higiénicos y el espacio suficiente para los comerciantes y visitantes.  Todas las área adyacentes sufren con la llegada de la feria. Las casas vecinas se quedan atrapadas entre todos los automóviles que bloquean las calles, las salidas y aprovechan a utilizar las puertas para dejar su recuerdito.

La Ciudad de Guatemala requiere una plaza de feria permanente que permita albergar estas actividades, especialmente la feria de la ciudad, esta ciudad de tantos millones de habitantes. ¿Por qué no tener un espacio amplio, seguro, con servicios para visitantes  y comerciantes? Todos saldrían beneficiados. Los comerciantes podrían tener mejores y más ingresos. Y la ciudad de Guatemala ofrecería un lugar adecuado para las ferias de todo el año, todos ganan.