Noviembre, nosotras y la violencia
Noviembre marca el año con lunes inmensas, lluvias y huracanes que toman
nombres de expresidentes; al Sur o al Norte es un mes de cambio e intenso. Son
treinta días que conmemoran lo bueno y lo malo de la humanidad: hay un día para
la música, otro para la palabra y otro y muy grande, para recordar con
nostalgia, alegría o pena a los difuntos. Fue en noviembre que se firmó el
armisticio para la Primera Guerra Mundial y este mes fue el elegido para
celebrar el día internacional del hombre. Pero hay una fecha que sacude y es la
que nos recuerda la vulnerabilidad permanente de niñas, jóvenes y mujeres.
Noviembre fue testigo del asesinato de las tres hermanas Mirabal, Patria,
Minerva y María Teresa quiénes se opusieron a la dictadura de Trujillo en
República Dominicana. A pesar de que fueron encarceladas y luego puestas en
libertad, él optó poco tiempo después en ordenar su ejecución. La Organización
de Naciones Unidas aprobó en 1999 mediante la Resolución 54/134 honrar la
vida de las hermanas Mirabal y declarar el 25 de noviembre el Día Internacional de la Eliminación de la
Violencia contra la Mujer.
Noviembre nos hace reflexionar sobre las formas de violencia. Los asesinatos
contra mujeres, adolescentes y niñas son una parte de este fenómeno. Pero
debemos estar conscientes y atentas a las otras formas de agresión. Hay
violencia en la niña embarazada, en la niña que no le permiten ir a la escuela
y también en aquella que espera el último turno para recibir algo de comer. Hay
violencia en la adolescente que trasiega droga por extorsión, en la adolescente
que es obligada a tener relaciones sexuales para ser igual a las amigas y también
en aquella que calla mientras el padre la abusa. Hay violencia en la mujer que
no puede elegir entre estudiar, trabajar, tener una familia y una pareja que la
acompañe. Hay violencia en la mujer que recibe un salario menor en el mismo
cargo que ocupa un hombre. Hay violencia en la anciana olvidada por todos. Y
siempre habrá violencia cuando solo son hombres los que establecen las reglas y
las mujeres deben acatarlas.
Noviembre es un recordatorio, por aquello que quisiéramos olvidarlo el
resto del año, que la violencia tiene mil máscaras, no tiene fronteras, no tiene
edad y las más de las veces no se tiñe de sangre. La violencia contra la mujer está
a la orden del día: en el silencio que ignora, en la mirada fulminante, en la
sorna y en la burla, o en la inmisericorde condescendencia. La violencia se
cuela en la lámina, en el ladrillo y por las paredes de cartón; no distingue y
rasga por igual: sedas, tafetanes, tules; encajes, gabachas, fustanes y
güipiles. Deja huella en todas las pieles y corazones, no puede diferenciar, ni
le interesa el color del alma. Habita como príncipe sin reino entre jarras de
cristal y vasijas de barro. Se vuelve invisible y se oculta en el pan o la
tortilla que pone en la mesa. Se disfraza de caricia y arrepentimiento, se
envalentona en la sumisión, no entiende cuando le hablan de engaño, mucho menos
de cobardía y sabe que su mejor aliado es el silencio de la víctima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario