Tendría que esperar sin atropello, ni prisas,
simplemente esperar.
Dejar pasar las lunas,
disfrazada de gusano,
tomar el sol sobre las hojas
y lamer las cicatrices
hasta pernoctar en el capullo.
Dejar la caparazón
y volar con las alas
que sólo sabe regalar
el tiempo.