viernes, 25 de noviembre de 2016

Noviembre, nosotras y la violencia




Noviembre, nosotras y la violencia


Noviembre marca el año con lunes inmensas, lluvias y huracanes que toman nombres de expresidentes; al Sur o al Norte es un mes de cambio e intenso. Son treinta días que conmemoran lo bueno y lo malo de la humanidad: hay un día para la música, otro para la palabra y otro y muy grande, para recordar con nostalgia, alegría o pena a los difuntos. Fue en noviembre que se firmó el armisticio para la Primera Guerra Mundial y este mes fue el elegido para celebrar el día internacional del hombre. Pero hay una fecha que sacude y es la que nos recuerda la vulnerabilidad permanente de niñas, jóvenes y mujeres.


Noviembre fue testigo del asesinato de las tres hermanas Mirabal, Patria, Minerva y María Teresa quiénes se opusieron a la dictadura de Trujillo en República Dominicana. A pesar de que fueron encarceladas y luego puestas en libertad, él optó poco tiempo después en ordenar su ejecución. La Organización de Naciones Unidas aprobó en 1999 mediante la Resolución 54/134 honrar la vida de las hermanas Mirabal y declarar el 25 de noviembre el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.


Noviembre nos hace reflexionar sobre las formas de violencia. Los asesinatos contra mujeres, adolescentes y niñas son una parte de este fenómeno. Pero debemos estar conscientes y atentas a las otras formas de agresión. Hay violencia en la niña embarazada, en la niña que no le permiten ir a la escuela y también en aquella que espera el último turno para recibir algo de comer. Hay violencia en la adolescente que trasiega droga por extorsión, en la adolescente que es obligada a tener relaciones sexuales para ser igual a las amigas y también en aquella que calla mientras el padre la abusa. Hay violencia en la mujer que no puede elegir entre estudiar, trabajar, tener una familia y una pareja que la acompañe. Hay violencia en la mujer que recibe un salario menor en el mismo cargo que ocupa un hombre. Hay violencia en la anciana olvidada por todos. Y siempre habrá violencia cuando solo son hombres los que establecen las reglas y las mujeres deben acatarlas. 


Noviembre es un recordatorio, por aquello que quisiéramos olvidarlo el resto del año, que la violencia tiene mil máscaras, no tiene fronteras, no tiene edad y las más de las veces no se tiñe de sangre. La violencia contra la mujer está a la orden del día: en el silencio que ignora, en la mirada fulminante, en la sorna y en la burla, o en la inmisericorde condescendencia. La violencia se cuela en la lámina, en el ladrillo y por las paredes de cartón; no distingue y rasga por igual: sedas, tafetanes, tules; encajes, gabachas, fustanes y güipiles. Deja huella en todas las pieles y corazones, no puede diferenciar, ni le interesa el color del alma. Habita como príncipe sin reino entre jarras de cristal y vasijas de barro. Se vuelve invisible y se oculta en el pan o la tortilla que pone en la mesa. Se disfraza de caricia y arrepentimiento, se envalentona en la sumisión, no entiende cuando le hablan de engaño, mucho menos de cobardía y sabe que su mejor aliado es el silencio de la víctima.