miércoles, 13 de junio de 2018

De volcanes y espejos





La hoja en blanco es también espejo. Hoy está cubierta de un manto de ceniza, lodo y lágrimas de lluvia. Cada sobreviviente de la erupción del volcán de Fuego es un alma desnuda, quebrada, asustada y con el futuro más incierto que cualquiera que lee estas líneas. Hoy son ya diez días desde que la naturaleza los despojó de su hogar y a saber de cuántos miembros de su familia, vecinos y amigos. No están más y no volverán a estar, nunca. Soterrados bajo un manto milenario de las entrañas del volcán. No alcanzan los llantos para desaguar tanto dolor. Están viviendo un duelo igual o semejante al infierno que vivieron mientras huían de la furia del volcán. 


Y a estos días de duelo y desconcierto, habrá que sumar la pregunta que no cesa de dar vueltas como trompo en la cabeza de muchos, al igual que la de ellos, y que no tienes mareados y cansados antes de tiempo: ¿qué pasará después?   Tristemente veo banderas de alcaldes con sueldos estrafalarios y bochornos para un país tan pobre, ofreciendo la construcción de casas en tres meses. Otros con planes menos atrevidos. A seis meses de campaña y ya están viendo cómo quedan bien. Me pregunto si en estas propuestas, habrá una gota de compasión y un poco, sólo un poco de buen corazón, pensando en los sobrevivientes de esta catástrofe. Mayor pesar da, no creerles más, aunque su intención pudiese ser buena. 


Y surge otra vez, ya perdimos la cuenta de tantas, la idea de que topamos fondo o cerquita estamos. Topar fondo no es solo ver que el país se rompe literalmente: puentes, carreteras, aldeas y perdemos vidas, muchas vidas. Topar fondo también es bucear entre la desesperanza, en ese universo donde no hay un mañana y donde el siguiente minuto no devuelve, pero ni un poco de sol para calentar el ánimo. El suicidio del  Dr. Jesús Oliva –que ya descansa en paz de su tormento–  en un centro de prisión preventiva, nos revienta en el corazón y nos duele. Caminar los pasillos de la depresión es un poco como deambular en solitario en un corredor indeciso – entre la penumbra –con olor de abandono, moho y guardado–; no hay música que apacigüe el desasosiego ni energía para buscarla. Es un mundo entre otro mundo y se requiere, entre otras cosas, de amor para dejarlo: amor propio, amor de la familia, amor del cuidador de salud mental. Y así como el Dr. Oliva, habrá tantos, no solo en las cárceles del país, también en otras jaulas. Jaulas de oro –oficinas, casas, escuelas, universidades–. La salud mental es un bien preciado y la que más debemos cuidar, podremos hacernos cargo de las otras: salud física y espiritual si cuidamos esta.   


Guatemala es una cadena de volcanes, y los guatemaltecos no dejamos de ser un reflejo de esos fenómenos naturales aparentemente dormidos, semi dormidos y en franca rebeldía. Así como le debemos poner atención a los volcanes, a sus señales, silencios y exabruptos, igual nos debemos poner atención unos a otros.



©sepc – Guatemala, 13 de junio, 2018