La mayoría del trabajo lo hago desde casa, “jomofis” le dicen en estos tiempos modernos. Pero hay épocas en las que debo salir a trabajar en persona con los clientes, como ocurrió durante las últimas dos semanas, incluyendo una salida de la jungla de la ciudad de Guatemala. Disfruté mi pasión de interpretar como nunca, siempre agradecida, aprendí hasta lo que no tenía que aprender, conocí personas espectaculares, verdaderos héroes de carne y hueso y regresé a casa con COVID como era de esperarse. El bicho vino a quedarse y nos corresponderá ir haciéndole frente, como las gripes de antes. No hay más que para adelante. Y además me regala el tiempo para compartir algunas de las tantas reflexiones que voy anotando en mis cuadernos.
Salud mental y vialidad guatemalteca: difícil combinar estos términos en una oración que no se llene de improperios y otras palabras soeces. Los guatemaltecos estamos perdiendo la salud mental en la calle, dentro de los vehículo o el transporte colectivo. Recorremos unos pocos kilómetros durante mucho tiempo, y se deteriora la vida de todos. No es sano para nadie; no se trata de poner música, o escuchar audio libros, respirar hondo, fotografiar la calle; eso para que los que van en auto. Y para los que utilizan el escaso transporte público, lo cual muchas veces implica caminar un buen trecho – no necesariamente seguro – para llegar a la estación del bus para hacer interminables colas. Luego subir y respirar en la espalda o lo parte que le toque del que tiene enfrente, mientras que la persona que está detrás o a un lado apretuja por donde puede. Y para algunos, esto se repite dos o tres veces dependiendo del destino. Y no digamos esa costumbre moderna de no usar buses para ir a los colegios privados y enviar a los hijos con chofer, guardaespaldas y toda la parafernalia asociada, o tenerlos que llevar personalmente… ¿cuánto le estamos quitando de comunidad a esos niños y jóvenes de compartir en el bus y llegar al “cole” con sus compañeritos?
Claro que el diseño de la ciudad, claro que viven lejos de sus lugares de trabajo, claro que las ciudades dormitorio, claro que los colegios y las escuelas de preferencia están lejos de los hogares, pero mientras todos esto se resuelve, el país tiene que seguir caminando a pie, en bici, en moto, en auto, pickup-up, bus o lo que toque, no nos podemos detener. Sabemos que lo ideal es enviar a los patojos al centro educativo cercano, trabajar cerca, trabajar en casa, ir de compras a las facilidades cercanas del barrio, etcétera, etcétera; pero eso está lejos de ser una realidad aún, nos falta mucho para llegar a esta reorganización. Así que mientras tanto, necesitamos y de urgencia un mejor medio de transporte masivo.
El nivel de estrés es casi insuperable. No tenemos cultura de cuidar nuestra salud mental. Hay que estar pendiente del enjambre de motos. No digo que todos los motoristas sean malos pilotos, pero muchos sí. La cantidad de accidentes por motocicleta va en aumento a pasos agigantados. Nunca faltan los listos que rebasan por la derecha aprovechando el espacio entre el auto de enfrente y el que va detrás. Y cuidado un bocinazo, porque ahora ni las madres y todas sus ancestros tienen paz mental, todas salen a relucir y los ves bailar sobre el capot. Y qué decir de los espejos retrovisores, los cuales se han vuelto una molestia infernal para las motos, por ellos que ya no existan. Inventan carriles imaginarios, rodean a los autos como que los fueran a levantar en hombros, ya quisieran las procesiones tantos cucuruchos piadosos.
El desgaste emocional es demasiado para grandes y chicos, todos, a todos nos afecta. El barullo mental hay que disiparlo pronto porque se lesiona la vida. No es razonable pasar horas para moverse un pequeño trecho. Y si a esto le sumamos el peligro vial del transporte pesado, ya tenemos otra novela para contar. Cómo es eso que además de torear motocicletas hay que torear al transporte pesado y pedirle a Dios, o a esa fuerza superior en la que creamos que el camión tenga en buen estado el sistema de frenos.
Tres consejos me dio mi padre cuando aprendí a manejar (ya hace ratito), aparte de los consejos razonables de que el tanque debe tener gasolina, las llantas deben estar infladas adecuadamente y siempre se revisa el agua y el aceite al pasar a echar gasolina:
1. El que va frente a ti, puede hacer cualquier cosa, presta atención.
2. En la medida de lo posible no retrocedas.
3. En la media de los posible no cambies de carril.
Ahora, a esta pequeña lista, hay que agregar, mira por el retrovisor para asegurarse de que no venga ningún transporte pesado detrás, no vaya a ser que decida acelerar como que no hubiera un mañana y no le haya revisado nunca los frenos al automotor.
¡Cuídense! Manejen con atención, no hablen por teléfono, no manden mensajes. Que lleguen y regresen con bien.
Guatemala, 16 de marzo, 2024