sábado, 16 de marzo de 2024

La salud mental y la vialidad guatemalteca

La mayoría del trabajo lo hago desde casa, “jomofis” le dicen en estos tiempos modernos. Pero hay épocas en las que debo salir a trabajar en persona con los clientes, como ocurrió durante las últimas dos semanas, incluyendo una salida de la jungla de la ciudad de Guatemala. Disfruté mi pasión de interpretar como nunca, siempre agradecida, aprendí hasta lo que no tenía que aprender, conocí personas espectaculares, verdaderos héroes de carne y hueso y regresé a casa con COVID como era de esperarse. El bicho vino a quedarse y nos corresponderá ir haciéndole frente, como las gripes de antes. No hay más que para adelante. Y además me regala el tiempo para compartir algunas de las tantas reflexiones que voy anotando en mis  cuadernos.

Salud mental y vialidad guatemalteca: difícil combinar estos términos en una oración que no se llene de improperios y otras palabras soeces. Los guatemaltecos estamos perdiendo la salud mental en la calle, dentro de los vehículo o el transporte colectivo. Recorremos unos pocos kilómetros durante mucho tiempo, y se deteriora la vida de todos. No es sano para nadie; no se trata de poner música, o escuchar audio libros, respirar hondo, fotografiar la calle; eso para que los que van en auto. Y para los que utilizan el escaso transporte público, lo cual muchas veces implica caminar un buen trecho – no necesariamente seguro – para llegar a la estación del bus para hacer interminables colas. Luego subir y respirar en la espalda o lo parte que le toque del que tiene enfrente, mientras que la persona que está detrás o a un lado apretuja por donde puede. Y para algunos, esto se repite dos o tres veces dependiendo del destino. Y no digamos esa costumbre moderna de no usar buses para ir a los colegios privados y enviar a los hijos con chofer, guardaespaldas y toda la parafernalia asociada, o tenerlos que llevar personalmente… ¿cuánto le estamos quitando de comunidad a esos niños y jóvenes de compartir en el bus y llegar al “cole” con sus compañeritos?

Claro que el diseño de la ciudad, claro que viven lejos de sus lugares de trabajo, claro que las ciudades dormitorio, claro que los colegios y las escuelas de preferencia están lejos de los hogares, pero mientras todos esto se resuelve, el país tiene que seguir caminando a pie, en bici, en moto, en auto, pickup-up, bus o lo que toque, no nos podemos detener.  Sabemos que lo  ideal es enviar a los patojos al centro educativo cercano, trabajar cerca, trabajar en casa, ir de compras a las facilidades cercanas del barrio, etcétera, etcétera; pero eso está lejos de ser una realidad aún, nos falta mucho para llegar a esta reorganización. Así que mientras tanto, necesitamos y de urgencia un mejor medio de transporte masivo.

El nivel de estrés es casi insuperable. No tenemos cultura de cuidar nuestra salud mental. Hay que estar pendiente del enjambre de motos. No digo que todos los motoristas sean malos pilotos, pero muchos sí. La cantidad de accidentes por motocicleta va en aumento a pasos agigantados. Nunca faltan los listos que rebasan por la derecha aprovechando el  espacio entre el auto de enfrente y el que va detrás. Y cuidado un bocinazo, porque ahora ni las madres y todas sus ancestros tienen paz mental, todas salen a relucir y los ves bailar sobre el capot. Y qué decir de los espejos retrovisores, los cuales se han vuelto una molestia infernal para las motos, por ellos que ya no existan. Inventan carriles imaginarios, rodean a los autos como que los fueran a levantar en hombros, ya quisieran las procesiones tantos cucuruchos piadosos.

El desgaste emocional es demasiado para grandes y chicos, todos, a todos nos afecta. El barullo mental hay que disiparlo pronto porque se lesiona la vida. No es razonable pasar horas para moverse un pequeño trecho. Y si a esto le sumamos el peligro vial del transporte pesado, ya tenemos otra novela para contar. Cómo es eso que además de torear motocicletas hay que torear al transporte pesado y pedirle a Dios, o a esa fuerza superior en la que creamos que el camión tenga en buen estado el sistema de frenos.

Tres consejos me dio mi padre cuando aprendí a manejar (ya hace ratito), aparte de  los consejos razonables de que el tanque debe tener gasolina, las llantas deben estar infladas adecuadamente y siempre se revisa el agua y el aceite al pasar a echar gasolina:

1. El que va frente a ti, puede hacer cualquier cosa, presta atención.

2. En la medida de lo posible no retrocedas.

3. En la media de los posible no cambies de carril.

Ahora, a esta pequeña lista, hay que agregar, mira por el retrovisor para asegurarse de que no venga ningún transporte pesado detrás, no vaya a ser que decida acelerar como que no hubiera un mañana y no le haya revisado nunca los frenos al automotor.

¡Cuídense! Manejen con atención, no hablen por teléfono, no manden mensajes. Que lleguen y regresen con bien.

 

Guatemala, 16 de marzo, 2024

viernes, 16 de febrero de 2024

Febrero

Días llenos de luz, jacarandas que tiñen de lila, lluvia de para adornar las copas y la promesa del calor la vuelta de la esquina. 


El ritmo se acelera, los engranajes empiezan a girar y el tiempo empuja el corre y corre para tachar pendientes de la lista, mientras en otra hoja mágicamente empieza a crecer otro sinfín de quehaceres. 


Las calles abarrotadas de fruta de la temporada, esquinas con mangos; los canastos de eternas esteticias listas para estrenar cualquier florero y el antojo de la empanada recién salida del horno. 


Para algunos se instala la Cuaresma, otros se emocionan con la idea del verano. Pero febrero loco, siempre una cajita de sorpresas, de repente amanece bostezando nubes y rugiendo vientos y nos manda al fondo del cajón a rescatar el abrigo de un sweater. 


sepc - febrero 2024 

jueves, 30 de marzo de 2023

Última


Última es una palabra de cristal. Preciosa. Tiene la cualidad de dibujar un hilo, o una valla que define y marca un hasta aquí. Por otro lado también tiene alas y nos deja recordar aquello que sucedió recientemente.

Nos olvidamos de ella con frecuencia hasta que la vida nos hace un alto y la siembra en el corazón. Nos hace recordar que todo momento es el último. No hay certeza más grande que la incertidumbre de la próxima vez. 

Acumulamos últimas veces a cada instante. No siempre nos percatamos de ello. El corre y corre, el apego o la desatención nos distrae y dejamos que se escurra entre los dedos su maravillosa capacidad de ser irrepetible. 


sepc 30-marzo-2023

domingo, 25 de diciembre de 2022

El regalo de Navidad

Este año, el regalo no estaba escrito en la carta a Santa Claus, ni al del Niño Jesús.  La vida se encargó de decidir y se adelantó unos días con el virus de la pandemia: Covid en la versión de temporada y con algún nombre indescifrable. Y como a caballo regalado no le miras el diente, aquí vamos por el día nueve, acompañada por este inesperado obsequio.


Nunca antes, las palabras: un día a la vez, han sido mantra y tabla de salvación. Hoy, hoy sin mirar atrás, hoy sin mirar a mañana.  Ocuparse del momento y atenderlo sin distracción. 


Privilegiada en tantos sentidos, muchos más de uno. Casa, comida, medicina y de la mano del médico, neumólogo increíble y cuñado sin par. Una hermana, alma gemela, que sabe sacar las castañas del fuego sonriendo, un hermano que con aparente tranquilidad toma las riendas, y otros dos que aguardan al llamado. Y un papá atento y que no pierde su alma de médico y con ello sus tranquilizadoras palabras.


El círculo de apoyo no termina allí: están los otros familiares y los amigos, esos eslabones que hacen la cadena fuerte y poderosa.  El mensaje oportuno, la palabra adecuada, la comida sorpresa, el detalle, ese aspecto que hace la diferencia junto con el abrazo a la distancia, constante y presente. 


Sí, una Navidad diferente y no por ello para olvidar la o dejarla atrás. Todo lo contrario, una Navidad que hace honor a su nombre: nacimiento. Nacer cada día al despertar y agradecer la vida 💛.  Gracias, gracias, gracias. 







martes, 9 de agosto de 2022

El otro lado de la Feria de Jocotenango

La tradición pesa. Más de 245 años no se acarrean solos. El colorido, el retorno al viejo lugar de la venta, los juegos mecánicos y sus tornillos desgastados, la venta de dulces, los churros, los elotes, la lotería con granos de maíz avejentados, el tiro al blanco con la mirilla dudosa y así cada lugar con su bullicio particular. Unas cuadras atrás queda el  templo de la Parroquia de la Asunción. A muchos ya se les olvidó que a Ella la venían a visitar, ahora todo es el jolgorio de la feria.

Las calles del barrio del Mapa en Relieve y el oasis del Bosque de Hormigo desaparecen entre estructuras de hierro, ventas y juegos y el alarido constante: «¡Parqueo, parqueo! ¡Le cuido su carro Don!». Para estas almas dedicadas al oficio de cuidar carros, cualquier lugar en la calle es motivo de negocio. No importa si es cerca de la esquina o frente a los portones de garajes. Como si fueran los dueños dicen: «No se preocupe, allí no sale nadie. No hay nadie.» Y así se mantienen, vociferando a todas hora. Y como si el negocio de alquilar espacio ajeno no fuera suficiente, aprovechan a distribuir de la hierba que da risa para los que quieran levantar el ánimo. Emprendedores les dirían algunos.

Para los vecinos del barrio en donde viene a residir casi tres semana la feria es un dolor de cabeza. Las instalaciones inician una semana antes, fabrican andamios, bloquean el paso y empiezan a merodear los comerciantes buscando su sitio donde pondrán su negocio. Los diez días de celebración las casas quedan dentro del área y se vuelve una pesadilla. Adiós a la privacidad, la paz de las calles y los tragantes limpios. Postes y otros lugares, hasta las puertas convertidas en sanitarios, tiendas y demás en bares hasta altas horas de la noche y los amigos de lo ajeno se apuntan para formar parte de este jolgorio. Para ellos los días de feria, son días de oportunidad. No digamos si hay una emergencia, el acceso para ambulancias y personal de socorro es complicado y a veces improbable. Se hace un embudo de tránsito impresionante.

Hubo un tiempo, hace cientos de años que esta área era el lugar propicio para actividades como esta. Había suficiente espacio abierto, eran campos y una gran esplanada para compartir, y claro la visitaban cientos o miles no millones. Hoy el área de la Simeón Cañas y sus alrededores forman parte de un barrio residencial. Los comerciantes vienen a vivir a la feria. Allí donde trabajan se quedan a dormir y pasan todo el día. ¿Qué puede ser sano de todo esto? No hay duchas, comparten las pocas baterías de sanitarios con los visitantes y por si fuera poco, están a merced de las lluvias de agosto que nunca faltan en esos días.

La Feria de Jocotenango requiere de una plaza digna. Una plaza con iluminación, acceso, estacionamiento, agua, sanitarios higiénicos y el espacio suficiente para los comerciantes y visitantes.  Todas las área adyacentes sufren con la llegada de la feria. Las casas vecinas se quedan atrapadas entre todos los automóviles que bloquean las calles, las salidas y aprovechan a utilizar las puertas para dejar su recuerdito.

La Ciudad de Guatemala requiere una plaza de feria permanente que permita albergar estas actividades, especialmente la feria de la ciudad, esta ciudad de tantos millones de habitantes. ¿Por qué no tener un espacio amplio, seguro, con servicios para visitantes  y comerciantes? Todos saldrían beneficiados. Los comerciantes podrían tener mejores y más ingresos. Y la ciudad de Guatemala ofrecería un lugar adecuado para las ferias de todo el año, todos ganan.  

sábado, 7 de agosto de 2021

Como un día

 

 


Atletismo:

1.         Erick Barrondo (marcha 50 Km.)

2.         José Barrondo (marcha 20 Km.) 

3.         José Calel (marcha 20 Km.)

4.         José Ortiz (marcha 20 Km.) 

5.         Luis Ángel Sánchez (marcha 50 Km.) 

6.         Luis Grijalva (5 mil metros planos)

7.         Mayra Herrera (marcha 20Km)

8.         Mirna Ortiz (marcha 20 Km.) 

9.         Uriel Barrondo (marcha 50 Km.) 

Bádminton:

10.       Kevin Cordón (singles)

11.       Nikté Sotomayor (singles)

Ciclismo:

12.       Manuel Rodas (ciclismo de ruta)

Judo:

13.       José Ramos (60 kilogramos)

 

 

Levantamiento de pesas

14.       Scarleth Ucelo

Natación:

15.       Gabriela Santis (200 metros libre)

16.       Luis Carlos Martínez (100 metros mariposa)

Navegación a vela:

17.       Isabella Maegli (laser radial)

18.       Juan Ignacio Maegli (laser estándar)

Pentatlón moderno:

19.       Charles Fernández

Remo:

20.       Jenniffer Zúñiga (par peso ligero)

21.       Yulissa López

Tiro con armas de caza:

22.       Adriana Ruano (foso olímpico)

23.       Juan Ramón Schaeffer (skeet)

24.       Waleska Soto (foso olímpico)

 

Nuestro corazón rebasa gratitud por los veinticuatro deportistas, mujeres y hombres  guatemaltecos de corazón  que aceptaron el desafío y llegaron a los Juegos Olímpicos Tokio 2020 a regalarnos su mejor lado, su lado de luz. Atrás dejaron las sombras,  medios y angustias y se atrevieron a desafiar no solo a sus competidores y a una pandemia, también a ellos mismos.

En estos días de absoluto desorden, desequilibrio y una Guatemala triste en medio del ataque de un virus desenfrenado, todos y cada uno de ustedes nos alumbraron con el sol de su esfuerzo, dedicación y disciplina. Y sí, es breve la palabra gracias; pero encierra una fiesta infinita en el alma.

Cierto, buscaban una medalla, esa era una de las metas. La realidad es que buscaban superarse a ustedes, superar la capacidad de su cuerpo, mente y espíritu. Cada uno sabrá colgarse esa distinción de mérito y triunfo. Nosotros ya lo hicimos. Les brindamos el galardón de agradecimiento y excelencia y de otorgarnos dos semanas de alegría y emoción constante. Ver a cada uno de ustedes competir  fue ver a esa Guatemala posible, esa Guatemala que puede triunfar y alcanzar cimas y que sabe que siempre hay otra cima más que escalar con valentía  perseverancia y amor.

Son veinticuatro, igual a las horas que tenemos todos en cada amanecer. Y así como agradecemos veinticuatro veces por cada una de esas horas al final del día, hoy les decimos: veinticuatro veces, muchas,  muchas gracias y ¡hasta la próxima!  

 

Silvia E. Pérez Cruz

Guatemala  7 de agosto  2021