Hogar y seguro. Dos palabras hermosas, calcinadas por la indiferencia
e irresponsabilidad de más de uno. Banderas a media asta. Luto y duelo tres
días. Después del trueno, “Jesús, María”. Ven la tormenta y no se persignan,
decían las abuelas. Ahora nadie se hace cargo. Cuando algo es de todos es de nadie, dice el
dicho.
¿Quiénes velan por estos jóvenes? Una madre angustiada, busca protección para su
hija acosada por las maras y pandillas, o un por un familiar abusador. Se tiene
que desprender de su hija, la tiene que expulsar de su hogar - de su entorno familiar – porque la joven o la
niña está en riesgo. Para protegerla debe alejarla. Busca ayuda, la joven queda
remitida a un lugar de protección, allí la van apoyar para tener una mejor
vida, una mejor oportunidad, educación, albergue y comida, también apoyo
psicológico. Eso cuenta la leyenda. La joven queda envuelta en la pesadilla de
un mal nacido, monstruo, engendro de todas las amarguras. Abusa de ella, la
acosa, la maltrata, la viola y encima la obliga a guardar silencio. ¿Quién vela
por estas jóvenes?
Una institución que por definición debe velar por la integridad,
el respeto, protección y la vida dejó de cumplir su cometido, todos sus
integrantes, autoridades y subalternos. Qué decir de uno o varios jueces que equivocaron
el camino y enviaron a jóvenes transgresores de la ley a ese refugio, que debía
de ser un santuario. Autoridades que no escucharon el pedido de auxilio se convierten
en cómplices. ¿Quién vela por estos jóvenes?
Hogar y seguro. Hogar es un
lugar de entorno familiar, cuidado, atención y cariño, así se entiende y deber
ser. El hogar debería ser un santuario para cada persona, no una hoguera.
Seguro - es estar libre de un peligro.
Es tener una garantía que nada malo nos va a suceder. ¿Cómo puede llamarse
hogar seguro, una morada que hace cenizas la esperanza y la vida de los
jóvenes? Entonces, ¿quién, alguien que diga por favor, quién vela por estos
jóvenes?
©sepc Guatemala, 9 – marzo - 2017
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