La muerte como consecuencia natural de la vida puede o no tener
discusión. Es una realidad contundente, es un proceso natural y nuestra reacción dependerá de cómo
sepamos enfrentarla. La muerte por
cualquier otro motivo nos pone a prueba, nos hace dudar y nos rebela. Y si esta
proviene de una bala – por el motivo – que sea más. Guerra, asalto o defensa
propia, las causas se convierten en síntomas y así el círculo deviene en espiral.
Algunos nos hemos sacudido con la muerte de
Claudia Patricia Gómez González y las lágrimas, aunque no dulces, nos han permitido tragarnos la amarga noticia.
Hoy sábado descansarán en paz ella y sus sueños rotos en el cementerio
de La Unión Los Mendoza, y también un poco el alma fatigada y triste de sus
familiares, amigos y miembros de su aldea. En esa aldea azul que se resbala en
la cordillera y en las nubes, muy lejos de nuestra realidad citadina y apenas a
catorce kilómetros de Quezaltenango quedará durmiendo para siempre, si así la
dejamos. Claudia Patricia era mujer, joven, indígena por nacimiento y por su
trayectoria de vida: valiente, emprendedora y con ansias de tener una vida
digna. Fue sinónimo de rebeldía por condición. Migrar a un país que le
facilitará oportunidades fue su elección obligada.
Sean estas palabras una honra a su memoria y a la de tantas mujeres migrantes
que elijen el riesgo, el trayecto, sí, de manera ilegal, para alcanzar un
techo, comida, salud y bienestar para ellos y sus afectos. La mejor manera de enaltecer
sus vidas es no olvidarlas y asumir la lección. Hoy no me distraigo en el acto
del patrullero de la frontera – él deberá rendir cuentas dentro de su sistema y
su conciencia–.
Me concentro en qué vamos a hacer nosotros como sociedad y como personas
individualmente para tener un país que habilite
oportunidades para la niñez y la juventud
y que ese “sueño americano” se convierta en el sueño guatemalteco hecho realidad.
No un sueño utópico, ni de cuento de hadas, ni de discurso cansón y malgastado.
Un sueño que nos eleve a sacar lo mejor de nosotros – de todos – y que promueva
educación de calidad y fácil acceso desde la primaria hasta los grados superiores
universitarios. Educación que no se traduzca en enseñar vocales, consonantes,
restas y sumas y repetir como loros ríos y montañas donde habitan personas que
jamás alcanzarán sus sueños. Educación que impulse la creatividad, el
razonamiento y las ansias de seguir aprendiendo – cuestionando todo -. Es en el
presente de las aulas, su acceso y calidad en donde Guatemala puede hacer un
giro para bien. Seguir amamantando el sistema educativo actual es continuar en
el pantano y seguir buceando más allá de lo profundo y oscuro. Un país educado puede generar un
estilo de vida digno para todos sus habitantes, hoy y siempre. Ilusa, ingenua
pueden decir – no será ni la primera, ni la última vez –,hablar con la verdad
no tiene que ser complejo, ni de marrulleros, ni debe ser jamás motivo de
persecución o silencio.
Viviremos tu legado. Nos dejaste tarea. Tarea de mujer audaz, perseverante,
dedicada, aventurera y soñadora. Descansa en paz, Claudia Patricia Gómez González.
©sepc 2-junio-2018
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